jeudi 27 décembre 2007

+ LITUMA EN LOS ANDES

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A la petite Michèle la altura le sentaba mal —se había quejado de una presión en las sienes semejante a la que le producían esas películas de terror que le encantaban, y de un malestar general e indeterminado— pero, a pesar de ello, estaba impresionada por la desolación y la crudeza del paisaje. Albert, en cambio, se sentía magníficamente bien. Como si se hubiera pasado la vida a tres o cuatro mil metros de altura, entre esas cumbres filudas manchadas de nieve y los rebaños de llamas que, de tanto en tanto, cruzaban la trocha. El zangoloteo del viejo ómnibus era tal que a ratos parecía desmoronarse en esos baches, en esos huecos, en esas piedras que salían a desafiar su ruinosa carrocería a cada instante. Eran los únicos extranjeros, pero a sus compañeros de viaje la parejita de franceses no parecía llamarles la atención. Ni siquiera cuando los oían hablar una lengua extranjera se volvían a mirarlos. Iban envueltos en chalinas, ponchos y uno que otro chullo, arropados para la noche ya inminente, y cargados de atados, paquetes y maletas de hojalata. Hasta gallinas cacareantes traía consigo una señora. Pero ni la incomodidad del asiento, ni el zamaqueo ni la apretura importaban lo más mínimo a Albert y a la petite Michèle.
Ça va mieux? —preguntó él.
Oui, un peu mieux.
Y un momento después, la petite Michèle dijo en voz alta lo que Albert también pensaba: él había tenido razón, cuando discutieron en la pensión El Milagro, de Lima, sobre si hacer el viaje al Cusco por tierra o avión. Ella se había empeñado en el avión, por los consejos del señor de la embajada, pero él insistió tanto en el ómnibus que la petite Michèle cedió. No lo lamentaba, al contrario. Hubiera sido una lástima perderse esto.
—Claro que hubiera sido —exclamó Albert, señalando a través del cristal estriado de la ventanilla—. ¿No es formidable?
El sol se estaba ocultando y había una suntuosa cola de pavorreal en el horizonte. Una larga meseta verdioscura, sin árboles, sin viviendas, sin gente ni animales, se extendía a su izquierda, animada por brillos acuosos, como si entre los mechones de paja amarillenta hubiera riachuelos o lagunas. A su derecha, en cambio, se levantaba una hirsuta geografía perpendicular de enhiestas rocas, abismos y quebradas.
—Así debe de ser el Tibet —murmuró la petite Michèle.
—Te aseguro que esto es más interesante que el Tibet —repuso Albert—. Te lo anticipé: Le Pérou, ça vaux le Pérou!
Delante del viejo ómnibus era ya de noche y había comenzado a enfriar. Brillaban algunas estrellas en el cielo azul añil.



(Lituma en los Andes, Mario Vargas Llosa, Editorial Planeta).

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Mario Vargas Llosa, peruano, es novelista, periodista y ensayista y uno de los autores más renombrados que escriben en lengua española. Con Lituma en los Andes consiguió en 1993 el Premio Planeta. Está en posesión de numerosos premios y distinciones, entre ellos el Premio Cervantes. Es académico de la RAE y ha sido investido doctor honoris causa por numerosas universidades.

De entre su numerosa producción literaria podemos citar: La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, Elogio de la madrastra, Los cuadernos de don Rigoberto, La fiesta del Chivo, Travesuras de la niña mala,…

Por su trayectoria profesional como escritor y la importancia de su obra literaria ha contraído méritos sobrados para haber sido elegido ya Premio Nobel de Literatura. Esperemos que lo sea pronto.

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¿Cuál de las novelas leídas de este escritor os gustó más?
¿Encontráis atractiva y elegante la prosa de Vargas Llosa?

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mercredi 12 décembre 2007

+ LA VOZ DE UN POETA: Rafael Alberti

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El día 16 de diciembre se cumplen ciento cinco años del nacimiento, en Puerto de Santa María (Cádiz), de uno de los grandes escritores de la llamada Edad de Plata de la literatura española: Rafael Alberti (1902-1999).

Al estallar la Guerra Civil española se exilió como tantos otros intelectuales afectos a la República.

Poeta y pintor perteneciente a la Generación del 27 destacamos de entre su obra los poemarios: Marinero de tierra, La amante, El alba del alhelí, Cal y canto, Sobre los ángeles, Sermones y moradas,…

Fue distinguido con numerosos premios y distinciones, entre ellos el Premio Nacional de Literatura.

Algunos de sus poemas han sido tomados como letras de sus canciones por artistas populares.

Como homenaje a su persona dejamos aquí dos poemas cortos de su abundante producción:

Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla,
y sobre el ancla una estrella,
y sobre la estrella el viento,
y sobre el viento la vela!

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Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas eran rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)

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lundi 10 décembre 2007

+ UNA FÁBULA

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El responsable de todo el alboroto yacía para entonces en el arroyo de un callejón sin salida, lugar adonde lo habían llevado los dos policías que lo rescataran antes de que la turbamulta desencadenada lograra acabar con él; estaba tendido de espaldas, inconsciente, una expresión de completa serenidad en el rostro, un hilillo de sangre en la comisura de la boca, y los dos agentes de pie a su lado, si bien, una vez calmada la indignación, sus simples uniformes parecían ya contención suficiente para los indignados ciudadanos que los habían seguido y que formaban un círculo en torno de él, contemplando el rostro inconsciente y sereno.

—¿Quién es? —preguntó una voz.
—Lo conocemos bien —dijo uno de los policías—. Es inglés. Hemos tenido problemas con él desde que terminó la guerra; no es la primera vez que ha insultado a nuestro país y ha avergonzado al suyo.
—Quizás se muera esta vez —dijo otra voz. Luego el hombre tumbado en el arroyo abrió los ojos y se echo a reír, o lo intentó, atragantándose al principio, y, trataba de torcer la cabeza, como para sacarse de la boca y de la garganta lo que le ahogaba, cuando otro individuo se abrió paso entre la multitud y se le acercó: un anciano, un gigante demacrado de rostro enfermo y agotado, de ojos ávidos y apasionados por encima de un canoso bigote militar, que llevaba un abrigo negro muy usado con tres diminutos distintivos descoloridos en la solapa, se arrodilló junto al inglés, le pasó un brazo por detrás de la cabeza y de los hombros, lo incorporó y le hizo volver ligeramente la cabeza hasta que consiguió escupir la sangre y los dientes rotos y pudo hablar. O reír, más bien, que fue lo que hizo en primer lugar, descansando como en una cuna en el brazo del anciano, si dejar de reír en dirección al círculo de rostros que lo rodeaba, para luego hablar también él en francés:
—Es cierto —dijo—.Temblad. No me voy a morir. Nunca.
—Yo no estoy riendo —dijo el anciano inclinado sobre él—. Lo que ve son lágrimas.

(Una fábula, William Faulkner, Alfaguara).

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Una fábula es la menos faulkeriana de las novelas del autor, una fantasía pedagógica y moralizante que tiene poco que ver con la literatura del género al uso, que alcanza a dejarnos maravillados.

Es la historia del soldado que está enterrado en el Arco del Triunfo de París... Su mujer se llama Magda. Lo fusilaron entre dos ladrones. Resucitó. Era cabo de un regimiento francés en la Primera Guerra Mundial y se negaba a usar las armas.

Cuando leí Una fábula, con una trama esperpénticamente absurda o absurdamente esperpéntica, que narra la historia del cabo del regimiento francés que en la Primera Guerra Mundial se negaba a atacar al enemigo en un vano intento de aplicar los principios del pacifismo en pleno campo de batalla, me vino a la memoria Bartleby y su respuesta concisa: Preferiría no hacerlo.

El fragmento reproducido es uno de los últimos que serán transcritos aquí y en otras webs y una forma de despedida de este tipo de análisis de la LITERATURA de todos los tiempos, un párrafo de esta novela, quizás poco apreciada en general del Premio Nobel de Literatura, para él sin embargo su obra maestra.

En la selección de párrafos realizada globalmente hasta hoy hay representadas novelas y narraciones de todos los tiempos y estilos, de autores de primer orden y no tanto.

Seguiremos recorriendo el extenso campo de la LITERATURA desde otras perspectivas. Es posible que como lector todavía.

No dejamos una reseña de las obras de William Faulkner, Premio Nobel de Literatura 1950, por resultar un escritor bien conocido.

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¿Algún comentario sobre este autor o sus obras?

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samedi 8 décembre 2007

+ 80º. ANIVERSARIO DE LA GENERACIÓN DEL 27

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Leo en Babelia que se cumplen este año 2007 ochenta años de una generación de poetas que pueden ser considerados hoy ya clásicos, amigos entre ellos —unos más que otros—, que ostentaban espíritu de clan, que se autoproclamaron ‘nietos de Góngora’ y que son considerados legatarios de Juan Ramón Jiménez: El Grupo del 27 (mejor que la Generación del 27).

En esa larga nómina de eminentes poetas están Luis Cernuda, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Rosa Chacel, Manuel Altolaguirre, Fernando Villalón,…

Otros artistas adscritos a esa generación, sumidos en los aires regeneradores de la vanguardia estética en la Europa de aquellos años, fueron Pablo Picasso, Salvador Dalí, Luis Buñuel, María Zambrano, etc.

Sirva este pequeño recuerdo como homenaje a poetas, pintores, cineastas, filósofos,…, de aquella fértil generación, muchos de los cuales pasaron por la Residencia de Estudiantes durante sus estancias o visitas a Madrid.

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+ FRANCISCO AYALA: EL LECTOR INCANSABLE

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Para mí ser lector es algo que debiera ser catalogado como profesión. Por eso cuando leo alguna noticia relacionada con este punto me intereso vivamente por ella. Les cuento.

Leo en Babelia un artículo, firmado por Juan Cruz, en el que se nos cuenta el sistema que sigue actualmente para no abandonar la lectura un hombre de 101 años, Francisco Ayala (nacido en 1906), escritor y académico de la RAE, limitado en su visión actualmente por razones de edad. Se sirve de un artilugio que incorpora los avances tecnológicos últimos que el hombre ha inventado ‘para saber más, y para saber menos’, por el que se hacen pasar libros, periódicos, noticias escritas, cartas, mensajes electrónicos,..., todo un método por el cual se mantiene informado y al día el Sr. Ayala. Puede verse un detalle de tal sistema en la fotografía del margen.

Me ha encantado comprobar la forma en que un hombre cercano a los 102 años mantiene su actividad física e intelectual al máximo nivel posible, ayudándose de los avances de la ciencia. Pero lo más estimulante es la lección que nos da como LECTOR.

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dimanche 2 décembre 2007

+ ¿POR QUÉ NO SE LEE EL CUENTO ESPAÑOL?

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Leo en Babelia, del 1-12-2007, un artículo titulado ‘Tribulaciones entre cuento y corto’, debido a la pluma de Antonio Luis de Villena, en donde en un análisis pormenorizado destinado al debate afirma en titulares que ‘el relato es la cenicienta de la literatura española’. En él se ocupa, además, del cortometraje en el cine.

Los editores pagan mucho menos por el relato o cuento, incluso a autores conocidos, argumentando que el problema está en el lector. Según esta teoría generalizada al lector español le gusta poco el cuento como le gusta poco la poesía, prefiere —a pesar de la cultura de la imagen— una gruesa novela-río que dé lectura para unas vacaciones enteras (hay largas novelas estupendas), añade el articulista.

Pero si en España el cuento (junto con la poesía) es la cenicienta (y ha habido ilustres cuentistas), no ocurre lo mismo en Hispanoamérica, tan rica en relatos. Borges, Cortázar, Onetti, Monterroso,…, gozaron de un fiel público lector.

¿POR QUÉ NO SE LEE EL CUENTO ESPAÑOL?, se pregunta el articulista.

Desde Chejov, Katherine Mansfield, Quiroga,…, el cuento es como ‘un ágil pedazo de vida’, del que por elipsis, sale la vida toda, pero como es breve, ha de acentuarlo todo, señala de Villena.

Termina preguntándose el articulista si al cuento español —también a la poesía— no le falta lirismo o la falta de lectura no se debe a la feroz incultura que afecta a nuestro país desde hace al menos una decena de años.

Y finalmente, si la ‘literatura best-sellerista’ alarga su vida, si los haikus o tankas japoneses y el microrrelato hispanoamericano producen arte breve, ¿por qué ocurre esto?

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Pregunto a los narradores habituales de las webs, ¿qué opináis al respecto?

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vendredi 30 novembre 2007

+ UNA FÁBULA (observaciones)

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Estoy recordando UNA FÁBULA, la novela menos faulkeriana, una fantasía pedagógica y moralizante, que tiene poco que ver con la literatura del género al uso, que alcanza a dejarnos maravillados.

'Es la historia del soldado que está enterrado en el Arco del Triunfo de París... Su mujer se llama Magda. Lo fusilaron entre dos ladrones. Resucitó.'


Publicaré en los próximos días, a modo de despedida de este tipo de análisis de la LITERATURA de todos los tiempos, un párrafo significativo de esta novela, quizás poco apreciada en general del Premio Nobel de Literatura —para él su obra maestra—, que en su discurso de aceptación del premio, en diciembre de 1950, nos dijo, entre otras cosas, que

'Nuestra tragedia de hoy es un miedo físico general y universal tan largamente padecido, que a duras penas lo podemos soportar. Ya no quedan problemas del espíritu; tan sólo una pregunta: ¿cuándo seré aniquilado? Es por eso que el hombre o la mujer joven que escribe actualmente ha olvidado los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo, que solos bastarían para producir buena escritura porque son lo único sobre lo cual vale la pena escribir, lo único que justifica la agonía y el sudor. Debe aprenderlos de nuevo. Debe enseñarse a sí mismo que lo más despreciable de todo es tener miedo; y una vez aprendido, olvidarlo para siempre sin dejar espacio en su taller para nada distinto de las verdades y certezas del corazón, de las verdades universales sin las cuales cualquier relato es efímero y fatal: el amor, el honor, la piedad, el orgullo, la compasión, el sacrificio. Mientras no lo haga, su trabajo está bajo maldición. No escribe sobre amor sino sobre lujuria, sobre derrotas en las que nadie pierde nada valioso, sobre victorias sin esperanza y, lo peor de todo, sin piedad ni compasión. Su dolor no llora sobre fibras universales y no deja huella. No escribe con el corazón; escribe con las glándulas.'

'Mientras no aprenda estas cosas, escribirá como si estuviera viendo el final del hombre e inmerso en él. Me rehúso a aceptar el fin del hombre.'
...

En la selección de párrafos realizada hasta hoy hay novelas y narraciones de todos los tiempos y estilos, de autores de primer orden y no tanto.

Seguiremos recorriendo el extenso campo de la LITERATURA desde otras perspectivas. Es posible que como lector todavía.

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+ MANHATTAN TRANSFER

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II. METRÓPOLI

Babilonia y Nínive eran de ladrillo. Toda Atenas era doradas columnas de mármol. Roma reposaba en anchos arcos de mampostería. En Constantinopla los alminares llamean como enormes cirios en torno al Cuerno de Oro… Acero, vidrio, baldosas, hormigón, serán los materiales de los rascacielos. Apilados en la estrecha isla, edificios de mil ventanas surgirán resplandecientes, pirámide sobre pirámide, blancas nubes sobre la tormenta.

Cuando la puerta del cuarto se cerró tras él, Ed Thatcher se sintió muy solo, lleno de punzante inquietud. Si Susie estuviera allí le diría cuánto dinero iba a ganar, le diría que cada semana depositaría diez dólares en la caja de ahorros para la pequeña Ellen, lo cual haría quinientos veinte dólares al cabo del año… En diez años, sin contar el interés, más de cinco mil dólares. Tengo que calcular el interés compuesto de quinientos veinte dólares al cuatro por ciento. Ed daba vueltas por el cuarto, muy agitado. La luz de gas gemía confortablemente como un gato. Sus ojos cayeron sobre el titular de un periódico que andaba por los suelos junto al cubo de carbón donde lo había tirado cuando salió a la calle a buscar un coche para llevar a Susie al hospital.

MORTON FIRMA EL NUEVO PROYECTO DE ENSANCHE DE NUEVA YORK

Aprueba el decreto que hará de Nueva York la segunda metrópoli del Mundo

Respirando profundamente dobló el periódico y lo dejó en la mesa. La segunda ciudad del mundo… Y papá quería que me quedara en su viejo tenducho de Onteora. Y quizás me hubiese quedado si no fuera por Susie… Señores, esta noche que ustedes me hacen el señalado favor de brindarme una participación en su casa, quiero presentarles a mi mujercita. Todo se lo debo a ella.

En la reverencia que hizo a la chimenea, tropezó con la consola próxima a la librería y tiró una figurita de China. Chasqueando la lengua se agachó a recogerla. La cabeza de la holandesita, en porcelana azul, estaba separada del cuerpo. Y la pobre Susie, tan encariñada con sus chucherías. Mejor será irse a la cama.

Levantó la ventana y se asomó. Un tren elevado retumbó al extremo de la calle. Una humareda de carbón le dio en las narices. Con medio cuerpo fuera de la ventana se quedó largo rato mirando a la calle a derecha y a izquierda. La segunda ciudad del mundo. Las casas de ladrillo, la luz empañada de los faroles, las voces de un grupo de granujillas que se peleaban en la escalera de la casa fronteriza, el paso firme y regular de un policía, le daban una impresión de movimiento, como de soldados en marcha, como un vapor de ruedas remontando el Hudson, como una parada electoral que se dirigiese por las largas calles hacia algo muy grande, muy blanco, lleno de columnas, majestuoso. Metrópoli.


(Manhattan Transfer, John Dos Passos, Editorial Bruguera).

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John Dos Passos, novelista y periodista estadounidense, alcanzó relieve internacional con su novela Manhattan Transfer (1925), en la que utiliza la técnica de secuencias breves, en las que yuxtapone las historias de decenas de personajes. Es un mosaico de las gentes del New York de la época en que escribe. Es un claro testimonio de la influencia de la narración disociativa, recombinatoria, fragmentaria, que define la técnica cinematográfica de aquellos años.

Obras afines, cercanas en la técnica narrativa utilizada, son The Waste Land, de Eliot, y Tirano Banderas, de Valle-Inclán.

Nos ocupamos de Dos Passos en nuestro artículo La Literatura y las guerras.

Estuvo en España —estudiando español— en La Residencia de Estudiantes y deambulando por los cafés madrileños, de los que era amo y señor por aquellas fechas Valle-Inclán. Conoció a éste y a Juan Ramón Jiménez, recién llegado de New York. Dos Passos y Valle-Inclán fueron protagonistas de la renovación estético-cultural de la literatura hecha hasta la fecha. En mis lecturas, llegué al conocimiento del norteamericano a través del gallego.

Otros libros de este autor son El paralelo 42, El gran dinero, La primera catástrofe, Años inolvidables,…

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Me agradaría leer opiniones sobre algunos extremos aquí reseñados.

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mardi 27 novembre 2007

+ LA CARTUJA DE PARMA

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Aquel día y los siguientes Clelia estuvo muy triste; le llamó varias veces, pero apenas tuvo valor para decirle unas pocas palabras. La mañana del quinto día después de la primera entrevista le anunció que iría aquella noche a la capilla de mármol.

-Sólo puedo decirle unas pocas palabras -le advirtió al entrar. Temblaba de tal modo que tenía necesidad de apoyarse en su doncella. La mandó luego a la entrada de la capilla y añadió con una voz apenas inteligible-: Me va a dar su palabra de honor de obedecer a la duquesa e intentar evadirse el día que le ordene y de la manera que le indique, o mañana por la mañana me refugio en un convento, y le juro que no volveré a dirigirle la palabra en mi vida.

Fabricio permaneció mudo.

-Prométamelo -añadió Clelia con lágrimas en los ojos y como fuera de sí- o ésta es la última vez que hablamos. La vida que por usted llevo es horrenda: está aquí por mí, y cada día puede ser el último de su existencia.

Clelia estaba tan débil que tuvo que buscar apoyo en un gran sillón llevado en otro tiempo a la capilla para uso del príncipe cautivo; estaba a punto de desmayarse.

-¿Qué hay que prometer? -dijo Fabricio con aire abrumado.
-Ya lo sabe.
-Juro, pues, precipitarme a sabiendas en un horrible infortunio y condenarme a vivir lejos de lo único que amo en el mundo.
-Prometa cosas precisas.
-Juro obedecer a la duquesa y huir el día que ella quiera y como ella quiera. ¿Y qué va a ser de mí lejos de usted?
-Jure escaparse pase lo que pase.
-¿Qué? ¿Está decidida a casarse con el marqués Crescenzi cuando ya no esté yo aquí?
-¡Oh Dios mío!, ¿qué corazón me atribuye?... Pero jure o mi alma no podrá gozar de paz ni un solo instante.
-¡Pues bien!: juro evadirme de aquí el día que la duquesa Sanseverina lo disponga y pase lo que pase de aquí a entonces.

Conseguido este juramento, Clelia se sintió tan débil que se vio forzada a retirarse después de dar gracias a Fabricio.

-Ya estaba todo dispuesto para mi huida mañana por la mañana, en caso de que usted se hubiera obstinado en quedarse. Le hubiera visto ahora por última vez en mi vida: había hecho este voto a la Madona. Ahora, en cuanto pueda salir de mi cuarto, iré a examinar la terrible muralla debajo de la piedra nueva de la balaustrada.

Al día siguiente Fabricio la vio tan pálida que le produjo una gran pena. Clelia le dijo desde la ventana de la pajarera:

-No nos hagamos ilusiones, querido amigo; como nuestra amistad está manchada de pecado, estoy segura de que nos perseguirá el infortunio. Le descubrirán cuando trate de huir y se perderá para siempre, si no es algo peor. De todos modos, hay que obedecer a la prudencia humana, que nos ordena intentarlo todo. Para bajar el muro de la torre grande necesita una cuerda fuerte de más de doscientos pies de larga. Por más que hago desde que conozco los planes de la duquesa, sólo he podido conseguir unas cuerdas que no miden juntas más de cincuenta pies. Por una orden del día del gobernador, hay que quemar todas las cuerdas que se ven en la fortaleza, y todas las noches se retiran las de los pozos que, por otra parte, son tan endebles que muchas veces se rompen al levantar su ligera carga. Pero ruegue a Dios que me perdone: traiciono a mi padre y me esfuerzo, hija desnaturalizada, en darle un disgusto mortal. Ruegue a Dios por mí, y, si su vida se salva, haga voto de consagrar todos los momentos de la misma a su gloria.



(La Cartuja de Parma, de Henri-Marie Beyle (Stendhal), Editorial Gredos, S.A.).

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Esta novela es, junto a Rojo y negro, la novela más importante de Stendhal.

Aunque esta obra está escrita en la época del Romanticismo, fue abordada por Stendhal de forma muy diferente al estilo de dicho movimiento literario.

Honorato de Balzac la consideró la novela más relevante de su época, señalando que en el libro brota lo sublime de capítulo en capítulo, llamándola El príncipe moderno, que escribiría Maquiavelo si viviera desterrado de Italia en el siglo XIX, destacando los retratos de personajes y asignándole a esta parte una extraordinaria solidez literaria, invitando a recrearse en los admirables detalles de la trama en la que el autor maneja cien personajes con una facilidad increíble, en la que no hay ni uno que no esté justificado.

André Gide —Premio Nobel de Literatura— señaló la obra como la novela francesa más grande de todos los tiempos.

Puede ser clasificada La Cartuja de Parma (1839) dentro de lo que Balzac denominó Literatura de las Ideas (rapidez, movimiento, concisión, choques, acción, drama, no discusión, alejada de las abstracciones), en contraposición a Literatura de las Imágenes (extensos espectáculos de la naturaleza, grandes imágenes, lirismo, epopeya,…, a la que podría adscribirse a Víctor Hugo).

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¿Consideráis La Cartuja de Parma una gran novela?

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jeudi 22 novembre 2007

+ CARTA ABIERTA A FERNANDO GARCÍA PAÑEDA

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He terminado de leer su novela Las lágrimas de Eurídice (Áurea Ediciones, Barcelona, 2007).

Algo que no quiero dejarme en el tintero es que, de entrada, le reconozco un gran mérito a la persona que se atreve a escribir una novela, a dar forma a una narración.

Hay varios extremos que me han llamado la atención. Empecemos por hablar de la trama y del tiempo y el espacio de la narración. Si quería escribir una novela de aventuras, enmarcada en el TIEMPO de la tercera guerra carlista, que aparece como trasfondo en la narración, lo ha conseguido. El que quiera profundidad histórica que la busque en los tratados de historia. Me ha sorprendido el amplio conocimiento que despliega del ESPACIO geográfico. Se advierte que es un buen conocedor de su tierra y un gran amante de ella. Con decirle, sinceramente, ¡eh!, que me han entrado ganas de no quedarme sin visitar el País Vasco algún día, se lo digo todo. En cuanto a la trama tengo que decir que está expuesta al lector en dosis fragmentadas, en subcapítulos dentro de los capítulos, algo así como la escritura fragmentaria de que hemos hablado en Narrador, lo cual facilita la lectura.

No quiero dejarme atrás a los personajes de su novela: Martín, Pello, Corito-Eurídice,…, que me parecen muy bien conseguidos, estupendamente perfilados.

Respecto del vocabulario quiero decirle que es grato leer frases en euskera, francés, latín,… No abundan, pero dejan una impronta de la cultura del autor en la narración. Me he sorprendido con vocablos no utilizados hoy, pero quizás sí en la época —siglo XIX—: graveza, comblezo, etc. Y con las palabras inventadas (todos los que escribimos nos inventamos alguna): Metamorfóseos, que no admite significado alguno en el diccionario de la RAE, pero intuimos qué significa dada su indudable etimología griega. Hace unos días escribí ‘simbiotizado’, que no acepta tampoco la RAE, pero cuyo significado imaginamos también.

García Márquez se quejaba de que exista ‘condolencia’ y no se admita ‘condoliente’, palabra que resulta bella y que en los 22 países que hablamos el mismo idioma se intuye claramente su significado.

Hay algo que me ha encantado de manera muy especial y ha sido el conocimiento profundo que ha desplegado de la mar —digo la mar, con nombre de mujer—, de la navegación y de los marinos. Resulta asombroso. Un vocabulario preciso, amplio y muy profesional. Deduzco que, aparte de su profesión habitual, algo debe tener de ‘marinero’. ¿Ejerce alguna actividad en el mar? Si no, es el que mar le atrae tanto como a algún ilustre paisano suyo (Pío Baroja, para mí don Pío). Sabe que escribió su trilogía del mar y nos dejó bien claro la clase amor que le profesaba.

La presentación de la novela, muy buena. Excelente ilustración de portada y papel de buena calidad en su interior. El título de la obra, acorde con el contenido, ya anticipa algo cercano al mito de la ninfa griega. No me ha gustado que la editorial encuadre su novela dentro de la colección histórica, ya que no es una novela estrictamente histórica, pero al ser, supongo, una editorial modesta…

Algo en la solapa interior referido a su persona me ha dejado intrigado: Colaborador del semanario Shalom de Estambul, con artículos en judeo-español. ¿Sí? Jolín, eso suena interesante.

Ya le dije que no podría constreñir mis impresiones en una sola frase acertadísima equivalente a la del académico, en algo así como: ‘He disfrutado más que un guarro —creo que dijo gorrino— en un charco’, expresión popular mencionada a veces por el Sur. Lo digo por lo de ‘guarro’ primordialmente. En mi caso, he preferido decirle lo que he visto en su novela por medio de esta carta.

Si estuviera en su lugar, haber escrito una novela como la que estamos comentando, me serviría de estímulo para abordar otras empresas narrativas de futuro.

Saludos cordiales.

lundi 19 novembre 2007

+ ¿SON NECESARIAS REGLAS PARA LA NUEVA NOVELA ?

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En el número de Babelia-El País del 17-11-2007 he leído un artículo de debate con el título de ‘Reglas para la supervivencia de la novela’, cuyo autor es Vicente Verdú, en el que entre otras cosas se destaca que los premios Herralde (Editorial Anagrama), dotados con € 18.000, correspondientes a los últimos cinco años, parecen indicar que la novela en nuestro país deberá seguir otros derroteros al margen de los tradicionales y conocidos pues al parecer la escrita con estos moldes ‘no se cultiva con la debida dignidad sino en la periferia del sistema’.

Lo que quiero señalar es que esos cinco premios de que se habla, a cuyos autores o novelas no se mencionan —ésa es la periferia—, son los siguientes:

2007 - ‘Ciencias morales’, del argentino Martín Cohan.
2006 – ‘La enfermedad’, del venezolano Alberto Barrera.
2005 – ‘La hora azul’, del peruano Alfonso Cueto.
2004 – ‘El testigo’, del mexicano Juan Villoro.
2003 – ‘El pasado’, del argentino Alan Pauls.

En este año 2003 fue finalista la novela ‘Una vez Argentina’, del también argentino Andrés Neuman, de la que Narrador.es hizo una crítica o comentario.

Es interesante hacer unas reflexiones sobre el artículo reseñado porque parece evidentemente que algo está pasando en la novelística española de nuestros días.

¿Renovarse o morir? —me pregunto. Trataré de contestar a la pregunta:

Ya en el año 2001 Vicente Verdú escribió un artículo que resultó muy polémico, que no sé si recordáis, titulado ¿Vivir o leer novelas?

O sea, que el Sr. Verdú ha seguido dando palos al mismo burro y ahora más con sus ‘Reglas para la supervivencia de la novela’. Al parecer él tiene la fórmula. Pues que nos oriente escribiendo una novela en la que se lea toda la magia que invoca en ‘sus reglas’.

¿Renovarse? Siempre he sido partidario de ello, nada que objetar, pero esto ha venido haciéndose desde siempre. Siempre ha habido escritores que han experimentado ajustándose a su época —incluidos todos los ‘ismos’ que en el mundo han sido—, unos con más éxito que otros, y lo que ha calado en la gente ha permanecido.

Un novelista, un cuentista, un guionista cinematográfico, hacen en definitiva lo mismo: contar una historia, NARRAR, y cada uno puede utilizar técnicas diferentes. El lector/espectador escoge. Hablando de esto me acuerdo muy a menudo de la novela ‘Ladrones de bicicletas’, del pintor y escritor Luigi Bartolini, que fue llevada magistralmente al cine por Vittorio de Sica con el nombre de ‘El ladrón de bicicletas’. La película se explicaba con imágenes lógicamente, pero tanto en la novela como en la película ‘la bicicleta’ era un símbolo que representaba la pobreza, la esperanza, el temor y el miedo desesperado del protagonista. Esta fórmula de narrar, contar, en torno a un objeto visual como el hilo conductor de la historia, sigue siendo válida.

El Sr. Verdú escribe en un periódico, en el suplemento cultural, y sabe muy bien proponer temas que provocan el debate entre lectores. Muchos de ellos aficionados a la lectura o que escriben asimismo.

Ensayos o propuestas los ha habido siempre. Así, a bote pronto, recuerdo la gran novela rusa (por su extensión y su densidad), la que se llamó ‘nueva novela hispanoamericana’, bajo la denominación de realismo mágico (o fantástico, o maravilloso), la literatura fragmentaria americana (Dos Passos, Sam Shepard,…), la francesa del grupo Ou.Li.Po. (Georges Perec, Raymond Queneau, etc.),…

Seguirá la evolución o renovación, pero ¡tranquilos!, llegará poco a poco. ‘Generación Nocilla’ es hasta ahora un intento al parecer. Veamos qué sale de ahí. Pero encorsetar a los escritores dentro de 10 reglas (como los diez mandamientos de la Ley de Dios), entiendo que es ’demasié’, Sr. Verdú. Deje a la narrativa evolucionar por sí misma.

No sé qué opinan ustedes, lectores.

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+ PADRES E HIJOS

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Han pasado seis meses. Y ha llegado el blanco invierno, con el silencio despiadado de sus heladas sin nubes, su densa nieve crujiente, la rosada escarcha en los árboles, su cielo de pálida esmeralda, sus penachos de humo sobre las chimeneas, sus columnas de vapor saliendo de las puertas entreabiertas, los rostros de la gente mordidos por el frío y el trotar de los caballos ateridos.

El día de enero tocaba a su fin; el frío vespertino oprimía todavía con más fuerza el aire inmóvil y se extinguía el sangriento resplandor de la aurora. En las ventanas de la casa de Marino se encendieron todas las luces. Prokofich, ataviado con frac negro y guantes blancos, ponía la mesa para siete personas, con especial solemnidad. Una semana antes, en la pequeña iglesia parroquial, sin ostentación y casi sin testigos, se habían celebrado las bodas de Arkadi con Katia y Nikolai Petróvich con Fiénichka. Aquel mismo día Nikolai Petróvich daba un almuerzo de despedida en honor de su hermano, que salía para Moscú en viaje de negocios. Anna Serguiéievna partió también para Moscú inmediatamente después de la boda de su hermana, habiendo hecho espléndidos regalos a los recién casados.

A las tres en punto todos se sentaron a la mesa, incluido Mitia, que ya tenía una nodriza, con su cofia de glasé. Pável Petróvich se sentó entre Katia y Fiénichka. Los maridos se colócaron junto a sus respectivas esposas. Todos habían cambiado en el último tiempo. Diríase que parecían más agraciados y vigorosos. Sólo Pável Petróvich estaba más delgado, lo cual, no obstante, le hacía más elegante y daba un aspecto de grand seigneur a sus expresivos rasgos ... También Fiénichka había cambiado. Con su nuevo vestido de seda, una amplia toca de terciopelo y su cadenita de oro al cuello permanecía decorosamente inmóvil, con una actitud digna ante sí misma y ante todo cuanto la rodeaba y sonriendo como si quisiera decir: Perdónenme, yo no tengo la culpa. Igualmente sonreían los demás y también parecían pedir disculpas. Todos se sentían un poco cohibidos, algo tristes, aunque muy satisfechos en el fondo. Cada uno escuchaba al otro con cómica cortesía, como si todos se hubiesen puesto de acuerdo en representar una simple comedia. Katia miraba confiadamente a su alrededor y parecía la más serena de todos. Era evidente que Nikolai Petróvich la quería ya con delirio. Antes de terminar el almuerzo éste se levantó, alzó su copa y exclamó dirigiéndose a su hermano:

- Nos abandonas ..., nos abandonas, querido hermano, claro que por poco tiempo; pero no obstante no puedo dejar de expresarte que yo ..., que nosotros ..., cuánto yo ..., como nosotros ... ¡Lo malo es que no sabemos pronunciar un brindis! Arkadi, hazlo tú.
- No, papasha (1), yo no me he preparado.
- Pues ¿y yo? En una palabra, hermano, deja que te abrace simplemente y te desee toda clase de venturas y que vuelvas con nosotros cuanto antes.

Pável Petróvich besó a todos, sin exceptuar a Mitia; besó además la mano de Piénichka, que ésta aún no sabía ofrecer como es debido, bebió por segunda vez de su copa y exclamó suspirando profundamente: ¡Sed felices, amigos míos! Farewell! Aunque aquella coletilla en inglés pasó inadvertida, todos se sintieron emocionados.

A la memoria de Basárov, murmuró Katia al oído de su marido brindando con él. Arkadi estrechó con fuerza la mano de su esposa, en señal de respuesta, pero no se atrevió a proponer el brindis en voz alta.

Parece que es el fin. Pero tal vez alguno de nuestros lectores desee saber qué está haciendo ahora, precisamente ahora, cada uno de nuestros personajes ... Estamos dispuestos a satisfacerle.

(1) Diminutivo de papá.



(Padres e hijos, Ivan Turgueniev, El Cobre Ediciones, Barcelona, 2003).

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Ivan Turgueniev está considerado el más europeísta de los grandes narradores rusos, estuvo comprometido éticamente y tropezó con algunos problemas en su país. Murió cerca de París.

Se anticipó en esta novela al movimiento revolucionario ruso, pero lo que realmente perdura de ella es la visión aguda con que nos narra las relaciones de padres e hijos, las audacias renovadoras de éstos y el inmovilismo y miedos de los mayores, en definitiva, la lucha generacional.

Otras novelas del maestro ruso son: Nido de nobles, En las vísperas, Tierra virgen,... Escribió también narraciones cortas y dramas.

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¿Conocéis la narrativa vigorosa de Turgueniev?
¿Cuál de los maestros rusos (Tolstoi, Dostoievski, Chejov, Turgueniev,...) os gusta más?
Esperamos comentarios.

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dimanche 18 novembre 2007

+ EL RETRATO DE DORIAN GRAY

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Prefacio

El artista es creador de belleza.
Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte.
El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía.
Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza.
Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza.
No existen libros morales o inmorales.
Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.



Capítulo I

El intenso perfume de las rosas embalsamaba el estudio y, cuando la ligera brisa agitaba los árboles del jardín, entraba, por la puerta abierta, un intenso olor a lilas o el aroma más delicado de las flores rosadas de los espinos.
Lord Henry Wotton, que había consumido ya, según su costumbre, innumerables cigarrillos, vislumbraba, desde el extremo del sofá donde estaba tumbado -tapizado al estilo de las alfombras persas-, el resplandor de las floraciones de un codeso, de dulzura y color de miel, cuyas ramas estremecidas apenas parecían capaces de soportar el peso de una belleza tan deslumbrante como la suya; y, de cuando en cuando, las sombras fantásticas de pájaros en vuelo se deslizaban sobre las largas cortinas de seda india colgadas delante de las inmensas ventanas, produciendo algo así como un efecto japonés, lo que le hacía pensar en los pintores de Tokyo, de rostros tan pálidos como el jade, que, por medio de un arte necesariamente inmóvil, tratan de transmitir la sensación de velocidad y de movimiento. El zumbido obstinado de las abejas, abriéndose camino entre el alto césped sin segar, o dando vueltas con monótona insistencia en torno a los polvorientos cuernos dorados de las desordenadas madreselvas, parecían hacer más opresiva la quietud, mientras los ruidos confusos de Londres eran como las notas graves de un órgano lejano.
En el centro de la pieza, sobre un caballete recto, descansaba el retrato de cuerpo entero de un joven de extraordinaria belleza; y, delante, a cierta distancia, estaba sentado el artista en persona, el Basil Hallward cuya repentina desaparición, hace algunos años, tanto conmoviera a la sociedad y diera origen a tan extrañas suposiciones.
Al contemplar la figura apuesta y elegante que con tanta habilidad había reflejado gracias a su arte, una sonrisa de satisfacción, que quizá hubiera podido prolongarse, iluminó su rostro. Pero el artista se incorporó bruscamente y, cerrando los ojos, se cubrió los párpados con los dedos, como si tratara de aprisionar en su cerebro algún extraño sueño del que temiese despertar.

(El retrato de Dorian Gray, Óscar Wilde, Ediciones DEBOLSILLO).

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Ésta fue la única novela que escribió Óscar Wilde. Como se sabe, la trama de la novela gira en torno a un retrato pintado por un amigo para Dorian. A partir de ese instante, será el retrato quien envejezca en tanto que Dorian parece no avejentar. El retrato recoge todas las secuelas del alma del retratado.

De la obra global de Wilde hablamos en Literatura y gais y lesbianas, por lo que nos ahorramos cualquier comentario adicional.

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¿Qué consideración os merece esta novela de Óscar Wilde?
A vuestro juicio, la figura de Wilde, ¿ha estado devaluada durante demasiado tiempo o su obra no merecía realmente otra cosa?
Al día de hoy, ¿se le ha reconocido algún mérito literario? ¿Y es esto justo?

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+ LA CASA DE LAS BELLAS DURMIENTES

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No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada parecido.
Había esta habitación, de unos cuatro metros cuadrados, y la habitación contigua, pero al parecer no había más habitaciones en el piso superior; y como la planta baja resultaba demasiado reducida para alojar huéspedes, el lugar apenas podía llamarse una posada. Probablemente porque su secreto no lo permitía, el portal no ostentaba ningún letrero. Todo era silencio. Tras serle franqueado el portal cerrado con llave, el viejo Eguchi sólo había visto a la mujer con quien ahora estaba hablando. Era su primera visita. Ignoraba si se trataba de la propietaria o de una criada. Era mejor no hacer preguntas.

Eguchi estaba un poco sorprendido. ¿Cuándo había entrado la muchacha en la habitación contigua? ¿Desde cuándo estaría dormida? ¿Acaso la mujer había abierto la puerta para asegurarse de que estaba dormida? Eguchi sabía por un viejo conocido que frecuentaba el lugar que habría una muchacha esperando, dormida, y que no se despertaría; pero ahora que se encontraba aquí parecía incapaz de creerlo.
–¿Dónde quiere desnudarse? –La mujer parecía dispuesta a ayudarle. Él guardó silencio–. Escuche las olas. Y el viento.
–¿Olas?
–Buenas noches –la mujer le dejó.
Una vez solo, Eguchi contempló la habitación, desnuda y sin artilugios. Su mirada se posó en la puerta de la habitación contigua. Era de cedro, de un metro de anchura. Parecía haber sido añadida después de la construcción de la casa. También la pared, si se examinaba bien, parecía un antiguo tabique corredizo, ahora tapado para formar la cámara secreta de las bellas durmientes. El color era igual que el de las otras paredes, pero parecía más reciente.
Eguchi cogió la llave. Después de hacerlo, debería haberse dirigido a la otra habitación; pero permaneció sentado. Lo que había dicho la mujer era cierto: las olas sonaban con violencia. Era como si rompieran contra un alto acantilado, y como si la pequeña casa estuviera en el mismo borde. El viento traía el sonido del invierno inminente, tal vez debido a la casa misma, tal vez debido a algo que había en el viejo Eguchi. No obstante, el calor del único brasero resultaba suficiente. El distrito era cálido. El viento no parecía barrer las hojas. Al haber llegado tarde, Eguchi no había visto en qué clase de paisaje se asentaba la casa; pero se notaba el olor del mar. El jardín era grande en relación con el tamaño de la casa, y contenía un número considerable de grandes pinos y arces. Las agujas de los pinos se perfilaban con fuerza contra el cielo. Probablemente la casa había sido una villa campestre.
Con la llave todavía en la mano, Eguchi encendió un cigarrillo. Dio una o dos chupadas y lo apagó; pero fumó otro hasta el final. No era tanto porque se estuviera ridiculizando a sí mismo por su ligera aprensión como por el hecho de sentir un vacío desagradable. Solía tomar un poco de whisky antes de acostarse. Tenía un sueño precario, con tendencia a las pesadillas.


(La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata, Noguer y Caralt Editores).

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Kawabata (1899-1972), escritor japonés, fue Premio Nobel de Literatura en 1968. Huérfano a los tres años, con una infancia solitaria que marcó profundamente su personalidad, insomne perpetuo, lector voraz, fue un solitario empedernido y finalmente se suicidó.
La soledad, la angustia ante la muerte, la búsqueda de la verdad y la atracción por la sicología femenina fueron los temas centrales de sus obras. Su prosa ha sido destacada por su delicadeza y su refinado lirismo.
Otras obras suyas son: La bailarina de Izu, El país de nieve, El Maestro de Go, Lo bello y lo triste,…

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-¿Creen que la novela La casa de las bellas durmientes de Kawabata puede ser una metáfora de la vejez, el amor y la muerte?
-¿Encuentran alguna similitud entre la novela de Kawabata, publicada en 1961, y Memoria de mis putas tristes (2004), de García Márquez?

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mercredi 14 novembre 2007

+ GRANDES ESPERANZAS

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Capítulo LIX


-Después de tantos años es realmente extraño, Estella, que volvamos a encontrarnos en el mismo lugar que nos vimos por vez primera. ¿Viene usted aquí a menudo?
-Desde entonces no había vuelto.
-Yo tampoco.
La luna empezó a levantarse, y me recordó aquella plácida mirada al techo blanco, que ya había pasado, y recordé también la presión en mi mano en cuanto yo hube pronunciado las últimas palabras que él oyó en este mundo.
Estella fue la primera en romper el silencio que reinaba entre nosotros.
-Muchas veces había esperado, proponiéndome volver, pero me lo impidieron numerosas circunstancias. ¡Pobre, pobre lugar éste!
La plateada niebla estaba ya iluminada por los primeros rayos de luz de la luna, que también alumbraban las lágrimas que derramaban sus ojos. Entonces, ignorando que yo las veía y ladeándose para ocultarlas, añadió:
-¿Se preguntaba usted, acaso, mientras paseaba por aquí, cómo ha llegado a transformarse este lugar?
-Sí, Estella.
-El terreno me pertenece. Es la única posesión que no he perdido. Todo lo demás me ha sido arrebatado poco a poco; pero pude conservar esto. Fue el objeto de la única resistencia resuelta que llegué a hacer en los miserables años pasados.
-¿Va a construirse algo aquí?
-Sí. Y he venido a darle mi despedida antes de que ocurra este cambio. Y usted añadió con voz tierna para una persona que, como yo, vivía errante, ¿vive usted todavía en el extranjero?
-Sí.
-¿Le va bien?
-Trabajo bastante, pero me gano la vida y, por consiguiente..., sí, sí, me va bien.
-Muchas veces he pensado en usted -dijo Estella.
-¿De veras?
-Últimamente con mucha frecuencia. Pasó un tiempo muy largo y muy desagradable, cuando quise alejar de mi memoria el recuerdo de lo que desdeñé cuando ignoraba su valor; pero, a partir del momento en que mi deber no fue incompatible con la admisión de este recuerdo, le he dado un lugar en mi corazón.
-Pues usted siempre ha ocupado un sitio en el mío -contesté.
Guardamos nuevamente silencio, hasta que ella habló, diciendo:
-Poco me figuraba que me despediría de usted al despedirme de este lugar. Me alegro mucho de que sea así.
-¿Se alegra de que nos despidamos de nuevo, Estella? Para mí, las despedidas son siempre penosas. Para mí, el recuerdo de nuestra última despedida ha sido siempre triste y doloroso.
-Usted me dijo -replicó Estella con mucha vehemencia: «¡Dios la bendiga y la perdone!» Y si entonces pudo decirme eso, ya no tendrá inconveniente en repetírmelo ahora, ahora que el sufrimiento ha sido más fuerte que todas las demás enseñanzas y me ha hecho comprender lo que era su corazón. He sufrido mucho; mas creo que, gracias a eso, soy mejor ahora de lo que era antes. Sea considerado y bueno conmigo, como lo fue en otro tiempo, y dígame que seguimos siendo amigos.
-Somos amigos -dije levantándome e inclinándome hacia ella cuando se levantaba a su vez.
-Y continuaremos siendo amigos, aunque vivamos lejos uno de otro -dijo Estella.
Yo le tomé la mano y salimos de aquel desolado lugar. Y así como las nieblas de la mañana se levantaron, tantos años atrás, cuando salí de la fragua, del mismo modo las nieblas de la tarde se levantaban ahora, y en la dilatada extensión de luz tranquila que me mostraron, ya no vi la sombra de una nueva separación entre Estella y yo.

(Grandes esperanzas, Charles Dickens, Editorial Juventud)

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Charles Dickens es tenido por un maestro del género narrativo, con un dominio sorprendente en la descripción de gentes y lugares, con retratos precisos de personajes de la clase baja inglesa del siglo XIX.
Una de las novelas escritas por entregas fue Grandes Esperanzas, cuyo final se ha transcrito más arriba, en que narra las vicisitudes vitales del niño huérfano de clase baja Philip Pirrip hasta su mayoría de edad. Es una de las mejores novelas de Dickens en mi opinión, cuya obra queda enmarcada dentro del movimiento realista inglés.

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¿Qué opinión os merece la prosa de Dickens?
¿Os gustó esta novela?
¿Qué obra de Dickens consideráis la mejor o más de vuestro gusto?
¿Cuáles habéis leído?

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+ LOS MISERABLES

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Quinta parte
Libro Octavo


VI
La hierba oculta y la lluvia borra


En el cementerio Padre Lachaise, cerca de la fosa común y lejos del barrio elegante de esa ciudad de sepulcros, lejos de todas esas tumbas a la moda, en un lugar solitario, al pie de un antiguo muro, bajo un gran tejo por el cual trepan las enredaderas de campanillas en medio del musgo, hay una piedra.

Esta piedra no se halla menos expuesta que las demás a la lepra del tiempo, a los efectos de la humedad, del liquen y de las inmundicias de los pájaros. El agua la pone verde y el aire la ennegrece. No está próxima a ninguna senda, y no es agradable ir a pasear por aquel lado a causa de la altura de la hierba. Cuando la bañan los rayos del sol, se suben a ella los lagartos. A su alrededor se mecen los tallos de avena agitados por el viento, y en la primavera cantan en el árbol las currucas.

Esta piedra está desnuda. Al cortarla, se pensó únicamente en las necesidades de la tumba, esto es, que fuera lo bastante larga y lo bastante angosta para cubrir a un hombre.

Ningún nombre se lee en ella. Pero hace muchos años, una mano escribió allí con lápiz estos cuatro versos que se fueron volviendo poco a poco ilegibles a causa de la lluvia y del polvo, y que probablemente ya se habrán borrado:

Duerme. Aunque la suerte fue con él tan extraña,
El vivía. Murió cuando no tuvo más a su ángel.
La muerte simplemente llegó,
Como la noche se hace cuando el día se va.


(Los Miserables, Víctor Hugo, Editorial Losada, S.A.)

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Es una novela cuya acción transcurre durante el siglo XIX, en un período de cambios sociales, en la que el autor incluye sus pensamientos sobre religión, política y sociedad de la época, defensora de los oprimidos. Retrata la lucha del bien y del mal. Es una epopeya de la vida de los bajos fondos de París, narrada en 8 libros, correspondiendo cada uno de ellos a uno de los personajes de la obra y que giran en torno al protagonista principal de la novela, Jean Valjean, perseguido en varias ocasiones y tenazmente por el sabueso Javert, frío, calculador, constante y que nos permite asistir a momentos importantes de la historia del país francés: Revolución de 1789, Imperio napoleónico, batalla de Waterloo, caída de Napoleón, Restauración con Luis XVIII y Carlos X y transmisión del poder a Luis Felipe de Orleans, etc.

Es una obra extensa, una narración hecha con mucha morosidad, que alarga los sucesos. En la edición mencionada abarca 1.184 páginas.

No voy a ensalzar los méritos de esta novela de Hugo, de la que se ha hablado extensamente en círculos literarios y afines desde su aparición hace cerca de 150 años.

Se han realizado distintas versiones de la novela para el cine y la televisión.

Hay un ensayo de Mario Vargas Llosa sobre ‘Los Miserables’, titulado ‘La tentación de lo imposible’, que tengo pendiente de lectura.

Me pregunto:

1.- Los que no hayan leído aún la novela, ¿se atreverán con las casi 1.200 páginas que abarca?

2.- A los que sí la han leído, les pregunto:

—¿Encontraron amena, distraída, la historia que se nos cuenta?
—¿Mantiene alerta al lector, en tensión, interesado realmente por la trama?
—En vuestra opinión, ¿está bien escrita?, ¿la consideráis una obra maestra de la literatura universal?
—¿Puede ser el escritor el verdadero protagonista de la novela?

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+ DON QUIJOTE DE LA MANCHA

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Capítulo VIII
Primera parte


—Bien parece—respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes bien iba diciendo en voces altas:
—Non fuyades, cobardes y viles criaturas; que un solo caballero es el que os acomete.

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo galope de Rocinante, y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear; tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

—¡Válame Dios! —dijo Sancho—: ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía , que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino que llevase otros tales en la cabeza?
—Calla, amigo Sancho—respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra, más que otras están sujetas a continua mudanza; cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; más al cabo, al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.



(El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes, Editorial Edaf, S.A.).

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Con la mano en el pecho, ¿quién ha leído El Quijote completo?
¿Opináis sinceramente que encierra todo el valor literario con que la tradición lo ha consagrado?
¿Creéis que es el libro más traducido después de La Biblia?

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+ LA ODISEA


Canto XXIII
Penélope reconoce a Odiseo

Entonces la anciana subió gozosa al piso de arriba para anunciar a la señora que estaba dentro su esposo, y sus rodillas se llenaban de fuerza y sus pies se levantaban del suelo.
Se detuvo sobre su cabeza y le dijo su palabra:
—Despierta, Penélope, hija mía, para que veas con tus propios ojos lo que esperas todos los días. Ha venido Odiseo, ha llegado a casa por fin, aunque tarde, y ha matado a los ilustres pretendientes, a los que afligían su casa comiéndose los bienes y haciendo de su hijo el objeto de sus violencias.
Y se dirigió a ella la prudente Penélope:
—Nodriza querida, te han vuelto loca los dioses, los que pueden volver insensato a cualquiera, por muy sensato que sea, y hacer entrar en razón al de mente estúpida. Ellos te han dañado; antes eras equilibrada en tu mente. ¿Por qué te burlas de mí, si tengo el ánimo quebrantado por el dolor, diciéndome estos extravíos y me despiertas del dulce sueño que me tenía encadenados los párpados? Jamás había dormido de tal modo desde que Odiseo marchó a la maldita Ilión que no hay que nombrar.


Y le contestó la prudente Penélope:
—Hijo mío, tengo el corazón pasmado dentro del pecho y no puedo pronunciar una sola palabra ni interrogarle, ni mirarle siquiera a la cara. Si en verdad es Odiseo y ha llegado a casa, nos reconoceremos mutuamente mejor, pues tenemos señales secretas para los demás que sólo nosotros dos conocemos.


—Seguro que se ha desposado ya alguien con la muy pretendida reina. ¡Desdichada!, no ha tenido valor para proteger con constancia la gran mansión de su legítimo esposo, hasta que llegara.
Así decía uno, pero no sabían en verdad qué había pasado.
Después lavó a Odiseo, el de gran corazón, el ama de llaves Eurínome y lo ungió con aceite y puso a su alrededor una hermosa túnica y manto. Entonces derramó Atenea sobre su cabeza abundante gracia para que pareciera más alto y más ancho e hizo que cayeran de su cabeza ensortijados cabellos semejantes a la flor del jacinto. Como cuando derrama oro sobre plata un hombre entendido a quien Hefesto y Palas Atenea han enseñado toda clase de habilidad y lleva a término obras que agradan, así derramó la gracia sobre éste, sobre su cabeza y hombro. Y salió de la bañera semejante en cuerpo a los inmortales.
Fue a sentarse de nuevo en el sillón, del que se había levantado, frente a su esposa, y le dirigió su palabra:
—Querida mía, los que tienen mansiones en el Olimpo te han puesto un corazón más inflexible que a las demás mujeres. Ninguna otra se mantendría con ánimo tan tenaz apartada de su marido cuando éste, después de pasar innumerables calamidades, llega a su patria a los veinte años. Vamos, nodriza, prepárame el lecho para que también yo me acueste, pues ésta tiene un corazón de hierro dentro del pecho.
Y le contestó la prudente Penélope:
—Querido mío, no me tengo en mucho ni en poco ni me admiro en exceso, pero sé muy bien cómo eras cuando marchaste de Ítaca en la nave de largos remos. Vamos, Euriclea, prepara el labrado lecho fuera del sólido tálamo, el que construyó él mismo. Y una vez que hayáis puesto fuera el labrado lecho, disponed la cama pieles, mantas y resplandecientes colchas.
Así dijo poniendo a prueba a su esposo. Entonces Odiseo se dirigió irritado a su fiel esposa:
—Mujer, esta palabra que has dicho es dolorosa para mi corazón. ¿Quién me ha puesto la cama en otro sitio? Sería difícil incluso para uno muy hábil si no viniera un dios en persona y lo pusiera fácilmente en otro lugar; que de los hombres, ningún mortal viviente, ni aun en la flor de la edad, lo cambiaría fácilmente, pues hay una señal en el labrado lecho, y lo construí yo y nadie más. Había crecido dentro del patio un tronco de olivo de extensas hojas, robusto y floreciente, ancho como una columna. Edifiqué el dormitorio en torno a él, hasta acabarlo, con piedras espesas, y lo cubrí bien con un techo y le añadí puertas bien ajustadas, habilidosamente trabadas. Fue entonces cuando corté el follaje del olivo de extensas hojas; empecé a podar el tronco desde la raíz, lo pulí bien y habilidosamente con el bronce y lo igualé con la plomada, convirtiéndolo en pie de la cama, y luego lo taladré todo con el berbiquí. Comenzando por aquí lo pulimenté, hasta acabarlo, lo adorné con oro, plata y marfil y tensé dentro unas correas de piel de buey que brillaban de púrpura.Ésta es la señal que te manifiesto, aunque no sé si mi lecho está todavía intacto, mujer, o si ya lo ha puesto algún hombre en otro sitio, cortando la base del olivo.
Así dijo, y a ella se le aflojaron las rodillas y el corazón al reconocer las señales que le había manifestado claramente Odiseo. Corrió llorando hacia él y echó sus brazos alrededor del cuello de Odiseo.


(La Odisea, Homero, EDAF Ediciones).

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¿Os gusta el argumento de La Odisea?
¿Consideráis que es una obra bien escrita?
¿Estimáis que es una novela de aventuras?
¿Os parece un libro de literatura juvenil?

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mardi 13 novembre 2007

+ DUBLINESES

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Los muertos

Cuando cruzó frente al espejo giratorio se vio de lleno: el ancho pecho de la camisa, relleno, la cara cuya expresión siempre lo intrigaba cuando la veía en un espejo y sus relucientes espejuelos de aros de oro. Se detuvo a pocos pasos de ella y le dijo:
-¿Qué ocurre con esa canción? ¿Por qué te hace llorar? Ella levantó la cabeza de entre los brazos y se secó los ojos con el dorso de la mano, como un niño. Una nota más bondadosa de lo que hubiera querido se introdujo en su voz:
-¿Por qué, Gretta? -preguntó.
-Pienso en una persona que cantaba esa canción hace tiempo.
-¿Y quién es esa persona? -preguntó Gabriel, sonriendo.
-Una persona que yo conocí en Galway cuando vivía con mi abuela -dijo ella.
La sonrisa se esfumó de la cara de Gabriel. Una rabia sorda le crecía de nuevo en el fondo del cerebro y el apagado fuego del deseo empezó a quemarle con furia en las venas.
-¿Alguien de quien estuviste enamorada? -preguntó irónicamente.
-Un muchacho que yo conocí -respondió ella-, que se llamaba Michael Furey. Cantaba esa canción, La joven de Aughrim. Era tan delicado.
Gabriel se quedó callado. No quería que ella supiera que estaba interesado en su muchacho delicado.
-Tal como si lo estuviera viendo -dijo un momento después-. ¡Qué ojos tenía: grandes, negros! ¡Y qué expresión en ellos..., qué expresión!
-Ah, ¿entonces estabas enamorada de él? -dijo Gabriel. Salía con él a pasear -dijo ella-, cuando vivía en Galway.
Un pensamiento pasó por el cerebro de Gabriel.
-¿Tal vez fuera por eso que querías ir a Galway con esa muchacha Ivors? -dijo fríamente.
Ella le miró y le preguntó, sorprendida:
-¿Para qué?
Sus ojos hicieron que Gabriel sintiera desazón. Encogiendo los hombros dijo:
-¿Cómo voy a saberlo yo? Para verlo, ¿no?
Retiró la mirada para recorrer con los ojos el rayo de luz hasta la ventana.
-El está muerto -dijo ella al rato-. Murió cuando apenas tenía diecisiete años. ¿No es terrible morir así tan joven?
-¿Qué era él? -preguntó Gabriel, irónico todavía.
-Trabajaba en el gas -dijo ella.
Gabriel se sintió humillado por el fracaso de su ironía y ante la evocación de esta figura de entre los muertos: un muchacho que trabajaba en el gas. Mientras él había estado lleno de recuerdos de su vida secreta en común, lleno de ternura y deseo, ella lo comparaba mentalmente con el otro. Lo asaltó una vergonzante conciencia de sí mismo. Se vio como una figura ridícula, actuando como recadero de sus tías, un nervioso y bienintencionado sentimental, alardeando de orador con los humildes, idealizando hasta su visible lujuria: el lamentable tipo fatuo que había visto momentáneamente en el espejo. Instintivamente dio la espalda a la luz, no fuera que ella pudiera ver la vergüenza que le quemaba el rostro.
Trató de mantener su tono frío, de interrogatorio, pero cuando habló su voz era indiferente y humilde.
-Supongo que estarías enamorada de este Michael Furey, Gretta -dijo.
-Me sentía muy bien con él entonces -dijo ella.
Su voz sonaba velada y triste. Gabriel, sintiendo ahora lo vano que sería tratar de llevarla más lejos de lo que se propuso, acarició una de sus manos y dijo, él también triste:
-¿Y de qué murió tan joven, Gretta? Tuberculoso, su¬pongo.
-Creo que murió por mí -respondió ella.
Un terror vago se apoderó de Gabriel ante su respuesta…

El aire del cuarto le helaba la espalda. Se estiró con cuidado bajo las sábanas y se echó al lado de su esposa. Uno a uno se iban convirtiendo ambos en sombras. Mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida. Pensó cómo la mujer que descansaba a su lado había evocado en su corazón, durante años, la imagen de los ojos de su amante el día que él le dijo que no quería seguir viviendo.
Lágrimas generosas colmaron los ojos de Gabriel. Nunca había sentido aquello por ninguna mujer, pero supo que ese sentimiento tenía que ser amor. A sus ojos las lágrimas crecieron en la oscuridad parcial del cuarto y se imaginó que veía una figura de hombre, joven, de pie bajo un árbol anegado. Había otras formas próximas. Su alma se había acercado a esa región donde moran las huestes de los muertos. Estaba consciente, pero no podía aprehender sus aviesas y tenues presencias. Su propia identidad se esfumaba a un mundo impalpable y gris: el sólido mundo en que estos muertos se criaron y vivieron se disolvía consumiéndose.
Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo nevaba. Soñoliento, vio cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. Había llegado la hora de variar su rumbo al Poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, más al Oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon. Caía así en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos.

(Dublineses, de James Joyce, Ed. Debolsillo).

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La última parte es el final del cuento Los muertos, que forma parte de Dublineses, una colección de quince relatos cortos del irlandés James Joyce, del Joyce joven.
Los muertos ha sido llevado al cine por el director cinematográfico John Houston, filme en el que se ciñe con fidelidad al texto del relato.
Tras una larga velada de la noche de Reyes, el matrimonio Gretta y Gabriel llegan al hotel y ella le confiesa el drama de su vida: un novio de su adolescencia que murió de amor por ella. Gabriel se debate entonces en la incertidumbre de si ha sido el sustituto de un muerto, un triunfador del amor con el que nunca podrá rivalizar. El muerto está más vivo que él. El final del relato se cierra con los rasgos propios de la prosa poética de Joyce.
En otra ocasión hablaremos de la obra maestra de Joyce, Ulises, una novela experimental llena de simbología, inversión irónica de la Odisea de Homero, cuya trama tiene una duración de veinticuatro horas, de un día.

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¿Qué consideración os merece Dublineses?
¿Entendéis que Los muertos es el mejor relato de Dublineses?
Si no es así, ¿cuál entonces?

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+ ANA KARENINA

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Séptima parte
XXXI


...
«Dios mío, ¿adónde iré?», pensó Ana.
Al final del andén se paró.
Una señora y unos niños que habían ido a recibir a un señor con lentes y que reían y hablaban con voces muy animadas, callaron al verla y, después de haber pasado ella, se volvieron para mirarla. Ana apresuró el paso y llegó hasta el límite del andén.
Se acercaba un tren de mercancías.
Las maderas del andén trepidaron bajo sus pies, se movieron, dándole la sensación de que se encontraba otra vez de viaje.
De repente, se acordó del hombre que había muerto aplastado el día de su primer encuentro con Vronsky y comprendió lo que tenía que hacer. Con paso rápido, ligero, bajó las escaleras que iban del depósito de agua a la vía y se detuvo al lado mismo del tren que pasaba.
Examinaba tranquila las partes bajas del tren: los ganchos, las cadenas, las altas ruedas de hierro fundido. Con rápida ojeada midió la distancia que separaba las ruedas delanteras de las traseras del primer vagón, calculando el momento en que pasaría frente a ella.
«Allí», se dijo, mirando la sombra del vagón y la tierra mezclada con carbón esparcido sobre las traviesas. «Allí en medio. Así le castigaré y me libraré de todos y de mí misma.» Quiso tirarse bajo el vagón, pero le fue difícil desprenderse del saquito, cuyas asas se le enredaron en la mano, impidiéndole ejecutar su idea con aquel vagón. Tuvo que esperar el siguiente. Un sentimiento parecido al que experimentaba cuando, al bañarse, iba a entrar en el agua, se apoderó de ella, y se persignó.
Aquel gesto familiar despertó en su alma una ola de recuerdos de su niñez y su juventud y, de repente, las tinieblas que cubrían su espíritu se desvanecieron y la vida se le presentó con todas las alegrías luminosas, radiantes, del pasado. Pero, no obstante, no apartaba la vista del segundo vagón, que, por momentos, se acercaba. Y en el preciso instante en que ante ella pasaban las ruedas delanteras, Ana lanzó lejos de sí su saquito de viaje y, encogiendo la cabeza entre los hombros, se tiró bajo el vagón.
Cayó de rodillas y, con un movimiento ligero, abrió los brazos, como si tratara de levantarse.
En aquel instante se horrorizó de lo que hacía. «¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Por qué?», se dijo. Quiso retroceder, apartarse, pero algo duro, férreo, inflexible, chocó contra su cabeza, y se sintió arrastrada de espaldas.
«¡Señor, perdóname!», exclamó, consciente de lo inevitable y sin fuerzas ya.
El hombrecito de sus pesadillas, diciendo en voz baja algo incomprensible, machacaba y limaba los hierros.
Y la luz de la vela con que Ana leía el libro lleno de inquietudes, engaños, penas y maldades, brilló por unos momentos más viva que nunca y alumbró todo lo que antes veía entre tinieblas. Luego brilló por un instante con un vivo chisporroteo; fue debilitándose... y se apagó para siempre.


(Ana Karenina, Leon Tolstoi, Editorial Juventud).

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Leon Tolstoi fue uno de los grandes novelistas del siglo XIX y consideraba a Ana Karenina su primera verdadera novela, escrita en pleno período de madurez literaria.
Por ser figura internacionalmente muy conocida, nos ahorramos cualquier comentario sobre sus obras restantes.
Sí nos interesa señalar que no le fue concedido el Premio Nobel de Literatura —murió en 1910 y el premio se instituyó en 1901—, fecha en la que ya tenía escrita la mayor parte de su obra. Ha sido ésta una injusticia histórica, como hay otras equiparables.

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Ana Karenina es, como se sabe, la historia de un amor adúltero, vivido en la sociedad aristocrática de la época, que es abiertamente criticada por Tolstoi. Un dato a resaltar: El tren es una constante en toda la novela.

¿Cuáles creéis que fueron las razones profundas que llevaron a Ana Karenina al suicidio? ¿Alguien podría explicarlo?

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lundi 12 novembre 2007

+CIEN AÑOS DE SOLEDAD

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XVI

Llovió cuatro años, once meses y dos días. Hubo meses de llovizna…

Un viernes a las dos de la tarde se alumbró el mundo con un sol bobo, bermejo y áspero como polvo de ladrillo, y casi tan fresco como el agua, y ya no volvió a llover en diez años.

Macondo estaba en ruinas. En los pantanos de las calles quedaban muebles despedazados, esqueletos de animales cubiertos de lirios colorados, últimos recuerdos de las hordas de advenedizos que se fugaron de Macondo tan atolondradamente como habían llegado. Las casas paradas con tanta urgencia durante la fiebre del banano, habían sido abandonadas. La compañía bananera desmanteló sus instalaciones. De la antigua ciudad alambrada sólo quedaban los escombros. Las casas de madera, las frescas terrazas donde transcurrían las serenas tardes de naipes, aparecían arrasadas por una anticipación del viento profético que años después había de borrar a Macondo de la faz de la tierra. El único rastro humano que dejó aquel soplo voraz fue un guante de Patricia Brown en el automóvil sofocado por las trinitarias. La región encantada que exploró José Arcadio Buendía en los tiempos de la fundación, y donde prosperaron las plantaciones de banano, era un tremedal de cepas putrefactas, en cuyo horizonte remoto se alcanzó a ver por varios años la espuma silenciosa del mar. Aureliano Segundo padeció una crisis de aflicción el primer domingo que vistió ropas secas y salió a reconocer el pueblo. Los sobrevivientes de la catástrofe, los mismos que ya vivían en Macondo antes de que fuera sacudido por el huracán de la compañía bananera, estaban sentados en mitad de la calle gozando de los primeros soles. Todavía conservaban en la piel el verde de alga y el olor de rincón que les imprimió la lluvia, pero en el fondo de sus corazones parecían satisfechos de haber recuperado el pueblo en que nacieron. La calle de los Turcos era otra vez la de antes, la de los tiempos en que los árabes de pantuflas y argollas en las orejas que recorrían el mundo cambiando guacamayas por chucherías, hallaron en Macondo un buen recodo para descansar de su milenaria condición de gente trashumante. Al otro lado de la lluvia, la mercancía de los bazares estaba cayéndose a pedazos, los géneros abiertos en la puerta estaban veteados de musgo, los mostradores socavados por el comején y las paredes carcomidas por la humedad, pero los árabes de la tercera generación estaban sentados en el mismo lugar y en la misma actitud que sus padres y sus abuelos, taciturnos, impávidos, invulnerables al tiempo y al desastre, tan vivos o tan muertos como estuvieron después de la peste del insomnio y de las treinta y dos guerras del coronel Aureliano Buendía.


(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez, Círculo de Lectores/Editorial Latimer, S.A.).

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El cuadro de Macondo en ruinas es una de tantas páginas inolvidables de esta novela, en donde se aprecia, igual que en toda la obra, una prosa de potente originalidad, con bellas expresiones, detalles e imágenes de una belleza extraordinaria —como el del guante de Patricia Brown, hija del director de la compañía, única persona de aquel grupo extranjero que se acercó al auténtico Macondo— o el halo poético con que está contada la escena, en la que se aprecian figuras como la sinestesia, la hipérbole, la antítesis, el símil, etc.

La lectura completa de la obra te deja la impresión de que todo es desmesurado en Macondo: las pasiones, las desgracias, las alegrías, las fuerzas de la naturaleza,…

Por ser muy conocida, no dejamos aquí reseña alguna del resto de la obra global de García Márquez, del que, por otro lado, se ha hablado mucho en Narrador.

¿Qué episodio, escena o personaje de la novela os llamó más la atención, os agradó más, creéis más logrado?

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dimanche 11 novembre 2007

+ LOLITA


Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.

¿Tuvo Lolita una precursora? Por cierto que la tuvo. En verdad, Lolita no pudo existir para mí si un verano no hubiese amado a otra... «En un principado junto al mar.» ¿Cuándo? Tantos años antes de que naciera Lolita como tenía yo ese verano. Siempre puede uno contar con un asesino para una prosa fantástica.

Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que envidiaron los serafines de Poe, los errados, simples serafines de nobles alas. Mirad esta maraña de espinas.

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(Lolita, Vladimir Nabokov, Editorial Anagrama)

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Sobre Nabokov y su obra ya hablamos en el artículo Literatura y ajedrez.

Lolita es en mi opinión una novela que no se abarca de una sola lectura. A partir de esta afirmación podemos preguntarnos:
¿Es un mito?
¿Quién seduce a quién, Humbert a Lolita o Lolita a Humbert? ¿Es una novela erótica o más bien psicológica?

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mercredi 7 novembre 2007

+ LA MONTAÑA MÁGICA (español)

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(Una buena parte de este capítulo en la novela está escrita en francés, con la traducción al español a pie de página. Dejo aquí dicha traducción, aunque por algo el autor la escribió en lengua francesa. Al que pueda leerla en el idioma original, le recomiendo hacerlo.)


—Te amo —balbuceó—, te he amado siempre pues tú eres el Tú de mi vida, mi sueño, mi destino, mi deseo, mi eterno deseo.
—¡Vamos, vamos! —dijo ella—. ¡Si tus preceptores te viesen!
Pero él sacudió la cabeza con desesperación, inclinando el rostro hacia el suelo, y contestó:
—Me tendría sin cuidado, me tienen sin cuidado todos esos Carducci, la República elocuente, el progreso humano en el tiempo, pues ¡te amo!
Ella acarició dulcemente con la mano los cabellos cortados al rape en la nuca.
—Pequeño burgués— dijo—. Lindo burgués de la pequeña mancha húmeda. ¿Es verdad que me amas tanto?
Y exaltado por este contacto, ya sobre las dos rodillas, la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, él continuó hablando:
—Oh, el amor, ¿sabes…? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ése es su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿comprendes?, es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y muy majestuosa (mucho más alta que la vida risueña que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos) porque es la historia y la nobleza, y la piedad, y lo eterno, y lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies… De la misma manera, el cuerpo, también, y el amor del cuerpo, son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espasmo y vergüenza de sí mismo. ¡Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y de la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo…! ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone ni de pintura al óleo, ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril de la vida y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas, y el ombligo en el centro, en la blancura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omoplatos cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y cómo la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas. ¡Oh, las dulces regiones de la juntura interior del codo y del tobillo, con su abundancia de delicadezas orgánicas bajo sus almohadillas de carne! ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un solo lamento! ¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la ‘Arteria femoralis’ que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo, en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y albúmina, destinada a la anatomía de la tumba y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos!
No abrió los ojos después de haber hablado. Permaneció sin moverse, la cabeza inclinada, las manos que sostenían el pequeño lapicero de plata separadas, temblando y vacilando sobre sus rodillas. Ella dijo:
—Eres, en efecto, un galanteador que sabe solicitar de una manera profunda, a la alemana.
Y le puso el gorro de papel.
—¡Adiós, príncipe Carnaval! ¡Esta noche la línea de la fiebre será muy alta, te lo predigo!
Al decir esto se levantó de la silla, se dirigió a la puerta, dudó un momento en el umbral, dio media vuelta elevando uno de sus brazos desnudos, con la mano en el pestillo y, por encima del hombro, dijo en voz baja:
—No te olvides de devolverme el lápiz.
Y salió.

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La montaña mágica está considerada una de las novelas más importantes del siglo XX y es una obra que por su tamaño y densidad hay que atreverse a leerla.

Al margen de ello, pregunto:

¿Siguen declarándose así todavía los hombres enamorados a las mujeres?
Creo que no, pero la mujer de hoy día quizás eche de menos en ocasiones declaraciones tan románticas como ésta, aunque más actualizadas.


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