vendredi 19 octobre 2007

+ PESADILLAS Y GEEZENSTACKS

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Pesadilla en blanco

Se despertó de pronto, preguntándose por qué dormía si no quería hacerlo. Echó una rápida ojeada a la esfera luminosa de su reloj de pulsera. Los números, que brillaban en una oscuridad casi absoluta, le indicaron que pasaban unos minutos de las once. Había descansado; fue suficiente una breve cabezada. Se había quedado dormido en el sofá, menos de media hora antes. Si su esposa realmente quería estar con él, habría de ser más tarde. Tendría que esperar hasta estar segura de que la condenada hermana de él estuviera dormida, profundamente dormida.

Resultaba una situación ridícula. Sólo llevaban casados tres semanas, volvían de la luna de miel, y era la primera vez que dormía solo durante ese tiempo. Y todo porque su hermana Débora había insistido absurdamente en que pasaran la noche en su apartamento. Cuatro horas más de viaje y hubieran llegado a casa, pero insistió tanto Débora que tuvieron que aceptar. Después de todo, se confesó, una noche de abstinencia no le vendría mal; de hecho, estaba fatigado y sería mucho mejor aprovechar esta oportunidad para conducir descansado y fresco a la mañana siguiente.

Por supuesto, el apartamento de Debie sólo tenía un dormitorio y él sabía de antemano, antes de aceptar su invitación, que no podría acceder a su ofrecimiento de dormir fuera y dejarles a él y a Betty en la habitación. Hay formas de hospitalidad que uno no puede aceptar, ni siquiera de nuestra dulce y cariñosa hermana soltera. Pero estaba seguro, o casi seguro, que Betty esperaría a que Débora se durmiera para ir a reunirse con él, aunque fuera breve el momento de intimidad, ya que se sentiría cohibida pensando que algún ruido podía despertar a su cuñada.

Seguramente vendría, por lo menos para darle un beso de buenas noches, y quizá se arriesgara a ir un poco más lejos, como él estaba decidido a hacer. Por esa razón la esperaba en silencio.

Claro que ella vendría, sí... la puerta se abrió despacio en la oscuridad y se cerró de nuevo silenciosamente, oyéndose únicamente el chasquido de la cerradura y el suave roce de la negligé o camisón, o lo que fuera, al caer al suelo. Un momento más tarde, el cuerpo desnudo se estrechaba contra el suyo y la única conversación fue un murmullo.

- Querido... - y después no fueron necesarias más palabras.

Ninguna palabra durante los interminables minutos que pasaron hasta que la puerta se abrió nuevamente, esta vez dejando pasar una luz blanca y delineando, con blanco horror, la silueta de su esposa de pie en el marco de la puerta comenzando a gritar.

(Pesadillas y Geezenstacks, de Fredric Brown, Miraguano Ediciones, Madrid)

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Cuentista y novelista (1906-1972) estadounidense de relatos de misterio y ciencia ficción, en su obra se combinan buenas dosis de humor con finales sorprendentes. Audaz experimentador de la narrativa de ficción, es un autor que ha generado culto.

Su cuento Arena ha sido considerado por sus compañeros de profesión como uno de las 20 mejores historias de ciencia ficción jamás escritas.

Me gustaron especialmente sus Pesadillas —historias de misterio sorprendentes— (en Amarillo, en Gris, en Rojo, en Azul, en Verde, etc.).

Tiene numerosos cuentos cortos (de una a tres páginas) y novelas (Universo de locos, ¡Marciano, vete a casa!, Vagabundo del espacio, etc.).

Fue un lector todo terreno.

¿Os gustan las historias con finales sorprendentes?

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