vendredi 30 novembre 2007

+ MANHATTAN TRANSFER

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II. METRÓPOLI

Babilonia y Nínive eran de ladrillo. Toda Atenas era doradas columnas de mármol. Roma reposaba en anchos arcos de mampostería. En Constantinopla los alminares llamean como enormes cirios en torno al Cuerno de Oro… Acero, vidrio, baldosas, hormigón, serán los materiales de los rascacielos. Apilados en la estrecha isla, edificios de mil ventanas surgirán resplandecientes, pirámide sobre pirámide, blancas nubes sobre la tormenta.

Cuando la puerta del cuarto se cerró tras él, Ed Thatcher se sintió muy solo, lleno de punzante inquietud. Si Susie estuviera allí le diría cuánto dinero iba a ganar, le diría que cada semana depositaría diez dólares en la caja de ahorros para la pequeña Ellen, lo cual haría quinientos veinte dólares al cabo del año… En diez años, sin contar el interés, más de cinco mil dólares. Tengo que calcular el interés compuesto de quinientos veinte dólares al cuatro por ciento. Ed daba vueltas por el cuarto, muy agitado. La luz de gas gemía confortablemente como un gato. Sus ojos cayeron sobre el titular de un periódico que andaba por los suelos junto al cubo de carbón donde lo había tirado cuando salió a la calle a buscar un coche para llevar a Susie al hospital.

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Respirando profundamente dobló el periódico y lo dejó en la mesa. La segunda ciudad del mundo… Y papá quería que me quedara en su viejo tenducho de Onteora. Y quizás me hubiese quedado si no fuera por Susie… Señores, esta noche que ustedes me hacen el señalado favor de brindarme una participación en su casa, quiero presentarles a mi mujercita. Todo se lo debo a ella.

En la reverencia que hizo a la chimenea, tropezó con la consola próxima a la librería y tiró una figurita de China. Chasqueando la lengua se agachó a recogerla. La cabeza de la holandesita, en porcelana azul, estaba separada del cuerpo. Y la pobre Susie, tan encariñada con sus chucherías. Mejor será irse a la cama.

Levantó la ventana y se asomó. Un tren elevado retumbó al extremo de la calle. Una humareda de carbón le dio en las narices. Con medio cuerpo fuera de la ventana se quedó largo rato mirando a la calle a derecha y a izquierda. La segunda ciudad del mundo. Las casas de ladrillo, la luz empañada de los faroles, las voces de un grupo de granujillas que se peleaban en la escalera de la casa fronteriza, el paso firme y regular de un policía, le daban una impresión de movimiento, como de soldados en marcha, como un vapor de ruedas remontando el Hudson, como una parada electoral que se dirigiese por las largas calles hacia algo muy grande, muy blanco, lleno de columnas, majestuoso. Metrópoli.


(Manhattan Transfer, John Dos Passos, Editorial Bruguera).

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John Dos Passos, novelista y periodista estadounidense, alcanzó relieve internacional con su novela Manhattan Transfer (1925), en la que utiliza la técnica de secuencias breves, en las que yuxtapone las historias de decenas de personajes. Es un mosaico de las gentes del New York de la época en que escribe. Es un claro testimonio de la influencia de la narración disociativa, recombinatoria, fragmentaria, que define la técnica cinematográfica de aquellos años.

Obras afines, cercanas en la técnica narrativa utilizada, son The Waste Land, de Eliot, y Tirano Banderas, de Valle-Inclán.

Nos ocupamos de Dos Passos en nuestro artículo La Literatura y las guerras.

Estuvo en España —estudiando español— en La Residencia de Estudiantes y deambulando por los cafés madrileños, de los que era amo y señor por aquellas fechas Valle-Inclán. Conoció a éste y a Juan Ramón Jiménez, recién llegado de New York. Dos Passos y Valle-Inclán fueron protagonistas de la renovación estético-cultural de la literatura hecha hasta la fecha. En mis lecturas, llegué al conocimiento del norteamericano a través del gallego.

Otros libros de este autor son El paralelo 42, El gran dinero, La primera catástrofe, Años inolvidables,…

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Me agradaría leer opiniones sobre algunos extremos aquí reseñados.

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2 commentaires:

Anonyme a dit…

Manhattan Transfer me tiene fascinada. Todavía no la he terminado: acabo de pasar el meridiano hacia la segunda parte, y aún me tengo que recuperar del suicidio de Bud, el chico de pueblo, el ejecutor de su padre maltratador, el perdedor. Sus personajes me han "enganchado", me interesan, me siento identificada con ellos, independientemente de su época y circunstancias personales, tan ajenas a las mias. Es cierto que su ritmo es casi cinematográfico, como una película coral -tipo "Grand Canyon" por ejemplo-, pero también encuentro atisbos de novela social. Hay una desesperanza implícita, como si todos sus personajes estuvieran abocados al fracaso y las desilusiones. Muy diferente a los de Carson McCullers (que acabo de leer) que, aún en el peor de los casos, les da una opción para seguir luchando. Supongo que no es justo sopinar sobre una novela que aún no se ha terminado. Dentro de unos días, "remataré la faena".

Antonio Senciales a dit…

Aunque fue escrita hace unos ochenta años, 'Manhattan Transfer' será siempre la novela de New York y ha sido una de las mejores novelas que he leído en mi vida. Hay otras de las que se ha dejado constancia en este blog.
En cualquier momento de la lectura puede el lector manifestar la impresión que le está dejando la novela, ¿por qué no?
Saludos.